dimarts, de desembre 05, 2006

Retalls del cyberespai (4). Del proletariado al cognitariado: mi padre, Thoreau y The Matrix per Antonio Casado da Rocha.

Com heu pogut observar, últimament anem una mica ocupats i hem deixat una mica desatés el moviment. Per això realitzem aquesta cuarta entrega de Retall del cyberespai, on recullim articles interresants que anem trobant a la Web. Avísem que també penjarem algun post interessant en els próxims dies, en aquest cas ja realitzat per un col·laborador nou. Espereu amb il·lusió!!
El text que ve seguidament, és un petit assaig realitzar per Antoni Casado professor de la UPV/EHU, doctorat en filosofía i membre de la Thoreau Society i del Grup d'Investigació en Informació i Sistemes Autònoms (IAS-research). L'assaig va guanyar el premi del concurs d'assaig de la Escuela de Verano Futuro del Trabajo/Trabajo del Futuro. No tinc temps de buscar més informació, si algú la té, li agrairé que la penji en un comment. Us adjunto els links d'on prové tot:
A10!
Nexus 6
Del proletariado al cognitariado: mi padre, Thoreau y The Matrix
UPV/EHU FilosofíaANTONIO CASADO DA ROCHA
Mi padre está a punto de jubilarse; debe ser el último proletario. Espero que no le moleste la mención; antes de que Marx lo convirtiera en sinónimo de clase obrera, "proletariado" designaba simplemente a las personas que no tienen otra riqueza que sus hijos. Y para mi padre la familia es lo más importante. Por eso, y porque todavía no le han dado la autorización para pedir la anticipada, anda preocupado con mi futuro.
Voy por ahí con un lápiz USB de 256 megas colgado del cuello. Mi madre piensa que es un ídolo pagano; hubiese preferido un crucifijo. Pero yo le digo que es mi oficina. Lo enchufo en un ordenador de la Universidad para enviar mi correo; lo enchufo en la Biblioteca pública para bajarme textos de Internet; lo enchufo en mi viejo PC de casa si quiero escribir por la noche.
Mi lugar de trabajo va donde yo voy, siguiendo el ejemplo de Thoreau, el escritor norteamericano que decidió hacerse una oficina con sus propias manos en las orillas de Walden, el lugar que daría título al libro que publicó en 1854, y que acaba de ser reeditado en castellano: su lugar de trabajo favorito era "una agradable ladera, cubierta de pinares, a través de las cuales veía la laguna, y un pequeño claro en los bosques de donde surgían pinos y nogales." (93)
Para sobrevivir, Thoreau cultivaba un pequeño huerto, además de trabajar por horas para ganarse algún dinero. Tenía tantos oficios como dedos, y cuando acababa su jornada era "libre de dedicarse a su búsqueda elegida, independiente de su trabajo; pero su contratante, que especula de mes en mes, no conoce tregua de un extremo al otro del año." (110, 120)
Thoreau no tuvo hijos; no deseaba ser un proletario, porque a su juicio "el hombre laborioso no tiene ocio para una verdadera integridad cotidiana; no puede permitirse mantener las relaciones más viriles con otros hombres; su trabajo se depreciaría en el mercado. No tiene tiempo de ser sino una máquina." (64)
En realidad, puede decirse que Thoreau fue un antecesor del "cognitariado". El filósofo italiano Franco Berardi, alias Bifo¸ describe esta "clase virtual" en su libro La fábrica de la infelicidad, subtitulado Nuevas formas de trabajo y movimiento global. La clase de oficinistas que trabaja en torres como las del World Trade Center, o las de la Hacienda guipuzcoana en Errotaburu, ha descubierto que es, además, cognitariado: "trabajo cognitivo dotado de un cuerpo social y carnal, que es sometido conscientemente o no al proceso de producción de valor y de mercancía semiótica, que puede ser sometido a explotación y a estrés, que puede sufrir privación afectiva, que puede caer en el pánico, que incluso puede ser violentado y muerto. La clase virtual ha descubierto un cuerpo y una condición social. Por eso ha dejado de sentirse clase virtual y ha empezado a sentirse cognitariado." (11)
Claro que el trabajo siempre es cognitivo. Como dice Bifo, hasta la producción de una flecha de piedra por parte del hombre de Neanderthal conlleva el empleo de una inteligencia. Pero el cognitariado, presente o futuro, se caracteriza por "un empleo exclusivo de la inteligencia, excluyendo la manipulación física directa de la materia." (97) Para Thoreau, "la inteligencia es un cuchillo afilado, discierne y penetra el secreto de las cosas. No deseo estar más ocupado con mis manos de lo necesario. Mi cabeza es manos y pies. Siento mis mejores facultades concentradas en ella. Mi instinto me dice que mi cabeza es un órgano para excavar, así como otras criaturas usan su hocico y patas delanteras, y con ella minaría y excavaría mi camino a través de estas colinas." (145)
Thoreau supo extraer de esa mina al menos dos lecciones valiosas. Una, que para no caer en una dependencia excesiva de lo cognitivo, no deberíamos desdeñar la importancia del trabajo físico: "tal vez el trabajo de las manos, incluso llevado al límite de la fatiga, no sea la peor forma de ociosidad" (199).
Una de las peores forma de ociosidad imaginables sería la dramatizada por la trilogía The Matrix: la que sufren los seres humanos esclavizados en las incubadoras que les extraen energía a cambio de enchufarles una realidad virtual que para ellos es la única existente. El señor Anderson que más tarde deviene en Neo (Keanu Reeves), tiene un trabajo, emociones, una vida como otra cualquiera, y cuando cree que tiene esas cosas acierta: la realidad que él percibe se corresponde con sus creencias. Pero su verdadero trabajo está en el invernadero, convertido en una pila de usar y tirar y reemplazar.
A fuerza de habitar exclusivamente el mundo virtual, el cognitariado puede perder el otro mundo, el presencial. La solución no es repetir mecánicamente que otro mundo es posible; como decía cierto anuncio de TV, hay muchos mundos, pero todos están en este. El error es pretender que lo virtual se sustenta sobre la nada, olvidar el cuerpo, incapacitarnos para habitar el mundo de la corporeidad y la sociabilidad humanas.
La segunda lección de Thoreau, y que luego interpretó a su manera el psicólogo social Skinner en su Walden Dos, tiene que ver con este regreso a la sociabilidad. Si quiere eludir las trampas del trabajo del futuro, el cognitariado ha de organizarse cooperativamente. Thoreau nos recuerda en Walden "Uno" que cooperar significa "ganarnos la vida juntos" y pone el ejemplo de dos jóvenes que se proponían viajar juntos por el mundo, uno sin dinero, ganando sus recursos sobre la marcha, otro con una letra de cambio (o una tarjeta de crédito) en el bolsillo. "Era fácil ver", concluye Thoreau, "que no podrían ser por mucho tiempo compañeros o cooperar, ya que uno no operaba en absoluto." (121)
En la misma línea, el pensador André Gorz señala que el futuro no pertenece a la industria tradicional, sino al desarrollo de lo que él llama una economía popular: "Gente que recicla material mecánico e informático descartado y es capaz de fabricar máquinas-herramienta, máquinas con programas informáticos, con viejo material recuperado. Lo esencial de la economía, en América latina y en África, no es la economía visible sino la que se basa en la autoproducción y el intercambio. Esa autoproducción, es la que tiene más futuro."
Las ventanas del barrio han dejado ya de titilar con la llama azulada de las televisiones; mañana comienza otro día de trabajo para el cognitariado global. El PC donde escribo estas líneas tiene más de siete años, un dato que lo emparenta con mi padre: ambos son carne y silicio de jubilación anticipada. Cuando el ordenador deje de funcionar me iré con mi lápiz USB a otra parte, o siguiendo el consejo de Gorz buscaré entre las montañas de material informático descartado otro trasto algo más joven. Pero a mi padre no voy a poder reemplazarlo tan fácilmente. Al fin y al cabo, él es el último proletario.
REFERENCIAS
Henry David Thoreau: Walden (Madrid, Cátedra, 2005)