diumenge, d’octubre 08, 2006

SOBRE LA NATURALEZA HUMANA

Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cimas de la miseria. Groucho marx (1895-1997)

Desde que tenemos uso de la razón, ha sido una constante de la humanidad el preguntarse sobre su naturaleza y sobre que puede esperar de si mismo. ¿Hasta donde nos puede llevar el progreso humano? ¿Podemos ser optimistas sobre el devenir de la humanidad? ¿O por lo contrario hemos de recelar de nosotros mismos y eliminar toda esperanza?
Estas parecen ser algunas de las muchas preguntas que han asolado a mentes pensantes a lo largo de la historia. Ha habido una eterna búsqueda sobre cual es la verdadera esencia de la humanidad. Podemos ver esto en las interminables discusiones entre religiosos sobre si el hombre es bueno o malo; también se puede apreciar en el hecho de que todo pensamiento filosófico suele empezar o terminar por intentar definir la esencia del hombre i que se puede esperar de él.
En esta eterna búsqueda, muchos han sido los que han mantenido una visión optimista acerca de la naturaleza del hombre. No eran estos vanos soñadores, su esperanza y fe en el hombre, su creencia de que este era “bueno” o “virtuoso”, no se daba para todas las situaciones. Pero creían que si se elimina los elementos que suelen condicionar la naturaleza humana esta volvería a su verdadero estado de virtud. Entre ellos podríamos situar a More, el padre de las utopías, que des de su humanismo, cree que con una reglas adecuadas el hombre podría llegar a ese “no lugar” del que habla en su conocido libro.
Pero entre los que han defendido la “virtud” del hombre y han sido optimistas sobre su devenir, destacan sobretodo los que podríamos llamar “profetas del progreso” entre los cuales estarían desde algunos liberales hasta la tradición socialista. Estos creían que el “progreso humano” (la razón, la ciencia o la industria) llevaría al hombre a un glorioso porvenir.
Pero esta visión benevolente no ha sido la única. También ha habido quien ha visto el hombre des de un profundo pesimismo, incluso hasta misantropía. Desde el cristianismo, que ha convertido el hombre es un ser condenado des de su nacimiento i fácilmente corruptible, hasta Hobbes, con su visión del individuo egoísta, muchos son los que han renegado del hombre. Esta visión negativa y desesperanzadora se convirtió en mayoritaria con la venida del siglo XX. Si la primera guerra mundial ya supuso un toque de atención para los “profetas del progreso” y defensores de la “virtud” humana, lo que vino justo después prácticamente los enterró: la segunda guerra mundial, el holocausto, los totalitarismos… El siglo XX demostró que era cierto aquello que decía ese conocido gravado de Goya: “El sueño de la razón produce monstruos”.
¿Cual ha de ser nuestra posición sobre el ser humano, su naturaleza y su devenir? ¿Es realmente “bueno o virtuoso”, es en cambio “malo”? ¿Podemos seguir siendo optimistas o hemos de vernos condenados a la misantropía?
Lo primero que cabria preguntarse, es si realmente podemos definir el ser humano en términos como “bondad”, “maldad” o “virtud”. ¿No responden acaso esos conceptos a una idea predeterminada, casi religiosa? ¿No son acaso ideas demasiado subjetivas como para definir algo tan importante como nuestra naturaleza en función de ellas? Esta claro que no se puede establecer una única idea de “virtud” o “maldad”, por lo tanto hablar sobre ello es entrar en un debate del que no podemos esperar fin. En todo caso, si algo nos ha enseñado nuestra propia historia, es que somos seres indefinidos, y que por lo tanto somos igualmente potenciales para el bien como para el mal.
Asumiendo entonces nuestro carácter indefinido, ¿que podemos esperar de nosotros mismos, de nuestro devenir? Si entendemos que el hombre es un ser indefinido, a primera vista, lo más lógico seria no esperar nada de él, todo estaría indeterminado. Pero esto seria incurrir en otro error. No esperar nada de él seria como aceptar que al ser indefinidos estamos subyugados a una especie de fuerza universal que decide por nosotros. Y eso, corresponde a épocas pasadas. Por lo tanto, pese a esa naturaleza ambigua, podemos tener fe en el progreso humano, sin olvidar ser prudentes y no darnos a un entusiasmo sin sentido. El siguiente paso podía ser adelante, pero también para atrás.
La conclusión de esta paja mental es por lo tanto, que hemos de asumir nuestra naturaleza contradictoria y transitoria, que somos un constante intento de definición y que intentar dar sentido a nuestra naturalaza quizá sea imposible e incluso pretencioso. ¿Quién sabe si en un futuro no muy lejano será un no humano el que nos explique el sentido de nuestra existencia? Recordad sino el siempre fascinante dialogo entre el hombre y el replicante:
http://www.youtube.com/watch?v=2er-dINvUMI&mode=related&search=